Puedo asegurar que el 80% de los hombres alrededor del mundo sueñan, o
soñaron en algún momento de su vida, con ser futbolistas profesionales. Por no
tener apoyo familiar, no tener constancia, no desarrollar la habilidad, no
conseguir un representante aceptable o por preferir elegir otra profesión más
duradera desligada al rendimiento físico, la mayoría dentro de ese porcentaje
solo se dedica a ver fútbol por televisión durante la semana y juega de manera
amateur. Ojo, cada vez hay más mujeres que quieren dedicarse al fútbol, pero
históricamente es una pasión más adherida a los varones.
Llegar al profesionalismo, cualquiera sea la división, no fue ni es fácil para
nadie. Dedicación, constancia, perseverancia y a veces la ayuda de un
representante te puede poner en el profesionalismo. La vida de rey no es para
todos; si bien los salarios cada vez son más elevados, hay miles de jugadores que
cobran menos que un docente. Y ahí está la cuestión; casi ningún futbolista
realiza un estudio, aunque sea terciario, a la par de su vida futbolística. Una
vez que el jugador no-salvado económicamente se retira, tiene dos opciones:
hacer el curso de DT o meterse en algún programa deportivo, ocupando el lugar por
el cual muchos periodistas estudiaron durante años. De no vincularse a algo
así, el futbolista retirado deberá dedicarse el resto de su vida a algo que no
le apetezca demasiado.
Muchos ex jugadores dicen que el
futbolista, una vez que se hace profesional, debe jugar donde le paguen mejor, ya
que acabada la carrera nadie les da ni la hora y se les hace complejo
conseguir, por ejemplo, una buena obra social. Ese punto de vista no es común
en ningún futbolero de ley que nunca fue profesional, es algo que les parece difícil
de aceptar: el futbolista es un empleado más, un trabajador más.
Es un escándalo cada vez que un jugador reconocido pasa a
jugar para su clásico rival, y me animo a decir que pasó cientos de veces, sin
tener la estadística. Cuando Mario Götze pasó de Borussia
a Bayern, los hinchas tacharon su apellido de las camisetas y lo cambiaron por ‘Judas’,
aquel que traicionó a Jesús. En los 80, cuando Oscar Ruggeri pasó de Boca a River ¿Es para tanto? Lo que distingue al jugador
profesional del amateur o aficionado es justamente eso, que es profesional. Como
un Licenciado en Administración o cualquier empleado: trabajará para la
organización que más le pague, o bien, para el que mejores condiciones de vida
le dé.
Si es un jugador millonario se puede llegar a entender la
crítica, pero no son tantos los jugadores que en plena carrera saben que
tendrán una vida decente sin tener que volver a trabajar post-retiro. Todo
futbolista quiere gloria deportiva, pero cuando empieza a comprender lo que es
la vida, prestan mucha atención al billete; sino, nadie iría a la MLS o a la
Liga China, por solo dar dos ejemplos, ya que no te meten en la historia grande
del fútbol.
Carlos Tevez dijo en su retorno a Boca: “El dinero no compra
la felicidad”; al año y medio se fue a jugar a la Liga China, por un salario
elevadísimo, a pesar de que cobró millones de libras esterlinas casi una década
entera. La frase lo dejó marcado, pero si bien el dinero no compra la
felicidad, da seguridad.
Por optar por la seguridad económica, que te da la chance de
mejores condiciones de vida, los llaman mercenarios y los insultan de las
maneras más exageradas e hirientes vía redes sociales o en la calle, pero en
definitiva, son trabajadores comunes y corrientes.
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